miércoles, 7 de octubre de 2009

¿REFORMA O CAMPOS ELÍSEOS?

Luego de vivir algún tiempo en el D.F. uno se pregunta si realmente quiere seguir radicando aquí. La ciudad posee tantos contrastes que es dificil saber si uno la odia o la ama. Hace dos años me tuve que preguntar algo similar, si acaso ya había encontrado aquello que vine a buscar aca. Dejen les explico.
Llegué al D.F. pensando que en una ciudad tan grande que ofrece el anonimato podría desarrollar algunas de mis pasiones por la música y el arte, además también pensaba que entre tantos estilos de vida diferentes podría encontrar el amor que nunca encontré en la ciudad donde crecí. Bueno en la parte musical no me fue tan mal, algo que relataré después, pero en el amor que puedo decir. Hace dos años termine mis estudios de licenciatura y tenía la opción de irme al extranjero a estudiar una especialidad, para ser exactos a Francia. Sonaba tan tentador, como decir que no. Pero a mi algo me decía que tenía que negarme a ir. Era una sensación tan interna, como si uno supiera que va a temblar y todos los sentidos se despertaran. Era intuición, la idea de que el amor llegaría aquí, sólo tenía que ser paciente y seguir viviendo en el D.F., además aún quedaba mucho por ver en esta gran ciudad.
No sabía que hacer, seguir mi instinto o dejarme seducir por la bella Francia. Mi amiga Cristina y mi amigo Nan prácticamente habían hecho mis maletas para que me fuera. Sabía que su intención era buena y que querían que me superara estudiando en otro país. Pero no me sentía listo para partir. Aún me sentía ligado a esta ciudad por alguna razón que desconocía. Ellos ya habían viajado y querían que mi percepción sobre algunas cosas cambiaran y despues de todo, los viajes ilustran. Yo escuchaba todas las opiniones pero ninguna era a favor de lo que yo sentía, bueno la verdad podía ser sólo miedo o necedad mía, lo admito. Pero fue la opinión de un desconocido lo que me hizo reafirmar mi decisión.... Sábado, otro fin de semana y Nan y yo decidimos ir a bailar, la zona rosa nos esperaba, algo más sucia que de costumbre porque unas horas antes había sido la marcha del orgullo gay y había plumas por doquier. Por suerte me pude comprar mi sombrero y mis alitas blancas. Desfilamos por la tarde y por la noche entramos a uno de tantos antros del lugar. Nan estaba muy animado esa noche y cómo no si estaba saliendo con un chavo de lo más lindo, me lo había presentado por la tarde y no paraban de darse besos. En esos días yo no tenía novio y la verdad no estaba de humor para ver muestras de afecto que no fueran hacia mi.
Bailamos y bailamos, hasta que algo me hizo detenerme, de pronto ya no quice bailar y Nan me preguntó lo que me pasaba. Le contesté que no era nada que sólo quería tomar algo de aire. El me conocía, y sabía muy bien de mis arranques de hermitaño aun en un antro lleno de chavos guapos. Le dije que saldría un momento y que pronto regresaría, que no se fuera sin mi. Me respondió que trataría de esperarme, pero la verdad le urgía estar sólo con su novio. Le dije que se fuera que yo iría después. El me guñó el ojo como diciendo: encontraste vertebrado con quien echar pata, ¿verdad?. Yo sólo negué con la cabeza.
Salí y me dirigí hacia un café que estaba en una esquina, vi el Ángel de la Independencia cruzando la calle, iluminado con las luces de la bandera de México, pues era septiembre. Miré mi reloj y eran las 3 de la mañana, caminé hacia el Ángel, crucé la calle y subi las escaleras. No había nadie. Me senté mirando en dirección a la Avenida Reforma y vi que también estaba iluminada. Me gustó esa imagen en la soledad. Y me preguntaba si realmente haría bien en quedarme en el D.F., realmente quería saber si encontraría lo que estaba buscando. No me había percatado, sin embargo, que sí había alguien ahí, sólo que había estado del otro lado. Sólo cuando estuvo eralmente cerca de mi es que alcé la mirada y vi que alguien se acercaba. Al principio pensé que debía salir de ahí pues era un hombre alto, tal vez unos 35 años, se veía robusto, iba con una chamarra negra y sus facciones eran de alguien serio. Cuando estaba por tomar la decisión de levantarme e irme me saludó. Buenos días, dijo. Hola, respondí. Me preguntó si no tenía frio y le dije que la verdad no, luego me comentó que me había visto cuando llegué pero que yo no lo vi, él se quedo viendo los edificios por un momento hasta que decidió caminar hacia donde estaba yo, sólo que no quería interrumpirme porque daba la impresión de que estaba triste. Tal vez había cortado con mi novio, sue lo que él me dijo. Nada más equivocado.
Alcé la mirada para verlo mejor, pues me había quedado viendo hacia Reforma mientras hablaba, él ya se había acercado mucho como para levantarme y salir corriendo. La verdad se veía más joven de lo que aparentaba desde lejos y era bastante atractivo. Le conté que había estado caminando toda la tarde, luego bailando y que me había cansado y que decidí un lugar para descansar que no estuviera lleno de gente. Es peligroso andar solo por aquí, alguien te puede hacer algo y luego no hay nadie cerca. Le dije que habían policias cerca pues la embajada de Estados Unidos estaba cruzando la calle. Es cierto, rió. Le pregunté que hacia él por esos lugares. Alguien debe esperarlo en casa, ¿no es así? El contestó que es soltero, que había terminado una relación muy larga con alguien algo más joven que él, tal vez de mi edad. Yo tengo 26, respondí. Él 25, me dijo.
Nos quedamos callados un rato mirando hacia la Avenida. Se ve limpia, fue lo que se me ocurrió decirle. Me empezó a contar que esa Avenida fue construida imitando la Avenida de los Campos Eliseos en Francia y me contó algo más pero ya no lo recuerdo. Al fin le dije que yo había escuchado tantas versiones de la historia de esa Avenida que ya no sabía ni cual creer. El soltó una carcajada y yo sonreí, algo inusual en mí. Me dijo que él alguna vez pensó ir a Francia y caminar por los Campos Eliseos, pero no se concretó su viaje y desde entonces ya no ha vuelto a pensar en ir, tanto trabajo impide hacer planes. Yo solo asentí con la cabeza. Ahora me conformo con caminar esta Avenida y pensar que no me pierdo de nada si no logro ir a Francia. La recorro por las noches de ida y vuelta y como en las noches todas las ciudades son iguales pues tal vez es verdad que no hay deferencia, terminó de decirme y realmente se rió. Yo también reí.
No dijimos nada por un rato hasta que me confesó que realmente le había gustado y quería saber mi nombre, yo se lo dije y el me dijo el suyo. Me invitó a tomar un café algún día. Claro que sí, respondí. Pero es de esas ocasiones en que uno sólo responde sí por cortesía, no le dí mi número ni mi correo y el tampoco me ofreció el suyo. Creo que sabíamos que no funcionaría. Se despidió cortesmente, y yo tambíen, le dije que me había gustado platicar con él y era cierto. Me había ayudado a tomar una desición. Él se fue y yo me quedé un rato mas ahí sentado. Luego me dio algo de frio. Me levanté y entonces caminé, caminé la Avenida Reforma de ida y de regreso, ya había visto Francia y por ahora no tenía porqué regresar.....
RAN

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